viernes, 13 de julio de 2007


Dicen que la verdad siempre sale a flote, al igual que la mierda: por más que uno trate de hundirla, su deseo de flotar en la superficie es irrefrenable. Creo que esa es una de las más acertadas frases cliché que he oído en mi vida; he podido comprobar mediante el correr de mis años que ninguna mentira o secreto bien guardado permanece en la clandestinidad para siempre. Habrá alguna ley física (así como la de gravedad) que impida al ser humano esconder ciertos hechos por siempre? Será que dios con sus “magias” y sus “rayos de moral” nos bombardea cada cierto tiempo para que cumplamos con sus “designios de bondad”? o será que quizás mientras más tiempo convivamos con una mentira, su presencia se hace cada vez más patente en nosotros? Tanto así como para reflejarse en nuestra mirada, en nuestra forma de vestir y en cada uno de los pequeños detalles que rodean al actuar cotidiano.
Quizás es reconfortante e incluso cristiano el pensar que la verdad siempre prevalece, pero quien dice que realmente es así? Quizás aquellos mentirosos que quedan al descubierto son simplemente pobres diablos que no tienen la habilidad o el poder suficiente como para urdir una red tan consistente, inteligente e intrincada que pueda soportar el peso de la “no- verdad” (hace un tiempo atrás descubrí a la niña símbolo de este grupo, una tal Luli). De cualquier forma, y dejando atrás un poco toda esta teoría barata acerca del poder de la verdad, hay que tener claro que la mentira, ya sea un invento de dios o del cola de flecha, es una carga demasiado pesada para los mortales que deciden otorgarle un sitial dentro de sus vidas.

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